Me
desperté sola, sin nadie a mi lado. ¿Dónde estaban mis aliados?
¿Dónde estaban mis cuatro mejores hombres? Me incorporé en la
camilla. Miré a mi derecha, mas solo me encontré con la habitación
del hospital sin ningún alma más, a excepción de ramos, y ramos de
flores. Miré hacia mi izquierda: flores, y más flores. En las
tarjetas se podían leer mensajes deseando que alguien se recuperara,
aunque no se especificaba quién. No sabía qué hacía exactamente
en un hospital... Pero qué más da. Intenté recordar lo que había
pasado. Solo encontré lagunas y más lagunas mentales. Me levanté
de la camilla, pues ya estaba harta de esperar a que ocurriese algún
cambio. ¿Dónde estaban los demás? ¿Me habían vuelto a dejar
sola? Sea lo que sea, yo no me iba a quedar de brazos cruzados.
Salí
de la habitación, no sin antes echar un vistazo por encima del
hombro al lugar donde había estado durmiendo. Parecía confortable,
a excepción de los goteros que colgaban de sus percheros. Sonreí
sin saber muy bien por qué. Pero luego miré al frente, hacia el
pasillo. Estaba solo. No se escuchaban ni las voces de las
enfermeras, ni la tos de ningún enfermo, ni ronquidos. Nada. ¿A qué
se debía ese silencio? Decidí coger el camino de la derecha, dónde
había algo tirado, aunque no me fijé qué era exactamente. De
repente, algo estalló a mis espaldas, me giré y vi una luz
cegadora.
...
Un
ruido me despertó de mi profundo sueño, aunque seguí un rato con
los ojos cerrados. ¿Cuánto tiempo había pasado? Era imposible
saberlo con certeza. Lo único que tenía seguro es que se habían
ido, y nos habían dejados solos con esta lucha por delante. Muchos
habían muerto, desgraciadamente, o tenían otras prioridades, como
la familia o los amigos, y otros habían creado un tercer bando. Y me
pregunto mil veces por qué. ¿Por qué un tercer bando? ¿Por qué
no volvemos a ser lo que éramos antes de la separación? Pero claro,
yo ya sabía la respuesta: aunque luchemos por la misma causa, ellos
tienen una forma diferente de trabajar a la nuestra.
Cansado
de pensar en toda esa gran traición, abrí los ojos, y me encontré
sentado en el pasillo de aquel hospital... Aquel hospital donde hace
tan solo unas horas (¿o fueron días?) comenzó todo. Miré a mi
alrededor, y solo se me pudo ocurrir un adjetivo para describir lo
que vi: desastroso. Había una máquina (que no sabía exactamente
para qué servía) volcada y rota en el suelo, y junto a ella, miles
de papeles tirados. Una camilla, de esas que se usan para transportar
a los heridos en las ambulancias y por los pasillos, se encontraba en
medio de todo aquel infierno. No es que yo fuese el más ordenado, ni
el más maniático de la limpieza de todos, más bien al contrario,
pero parecía que había pasado un tornado por allí. Quizá hasta
hubiese preferido que hubiera sido un tornado, en vez de...
Sin
previo aviso, el suelo comenzó a temblar, y una de las lámparas del
pasillo se descolgó, dejando ver un auténtico espectáculo de luces
a mi alrededor. Otra lámpara cayó a mi derecha, muy cerca de mí.
Pensé que iba a morir, así que no me quedó otro remedio que
correr. Correr por mi vida.
…
Llevaba
ya horas y horas pensando en lo mismo. ¿Por qué? ¿Por qué esta
absurda batalla? Cada vez entendía menos el motivo de todo esto.
Cuando se trabaja unido, se trabaja mejor. Pero, claro, es complicado
luchar cuando en el mismo grupo hay pequeñas peleas. Aunque yo no
las llamaría pequeñas peleas, exactamente. Puede que una división
sea buena, pero... no estoy muy seguro de ello. Había dejado a
Hayley dormida (o inconsciente) en una de las pocas camillas que
había encontrado. Jeremy se encontraba agotado, así que se quedó
dormido en uno de los pasillos del hospital. Los demás... bueno,
algunos habían desaparecido. Otros seguían luchando en diferentes
partes del mundo. Y... muchos se unieron a un tercer bando. Mi duda
era: ¿Por qué luchar entre nosotros si el tercer bando y nosotros
luchábamos por la misma causa?
Mientras,
yo estaba ahí en la catastrófica recepción del hospital, sentado
en un sofá azul. Me toqué la frente. Creo que tenía un poco de
fiebre. ¿Y quién no? Tenía claro que debíamos hacer algo,
ponernos en acción. Pero, ¿qué podíamos hacer? Justo al mismo
tiempo en el que me formulaba esta pregunta a mí mismo, pasó algo
que no tenía previsto. El televisor de la sala estalló en mil
pedazos, iluminando toda la sala, como una gran bengala, y el suelo
comenzó a temblar. Me levanté de mi asiento casi instantáneamente.
Decidí abandonar la habitación en la que estaba, aunque supuse casi
inmediatamente que el problema no procedía de allí. Debía de ser
algo del exterior. Me asomé al pasillo y miré a mi alrededor. Todo
estaba como lo dejamos. Escuché un pequeño sonido metálico. Era la
lámpara del techo, que se movía suavemente de un lado a otro. Me
relajé, pues pensé que podría haber sido algo peor. Justo
entonces, el foco reventó, soltando chispas de luz en todas
direcciones. Corrí por el lado contrario del pasillo.
…
Mierda,
mierda, mierda... ¿Dónde estaban Hayley y Taylor? Hayley...
recuerdo que se desmayó y alguien la llevó a algún sitio... Y
Taylor... ¡Ah, ya! Él dijo que descansaría en la recepción. Así
que corriendo, e intentando esquivar las explosiones que ocurrían
cerca de mí, me dirigí hacia allí. Oh, joder, no había nadie.
Salí a dos patas de aquella sala. En el pasillo, las paredes
comenzaron a derrumbarse, dejando detrás de mí un rastro de polvo y
escombros. No me quedó otro remedio que huir solo.
…
Oh,
¿dónde estaban todos? No había ni una sola alma. Y lo más extraño
de todo es que no recordaba nada de lo que había pasado. ¿Dónde
estaban mis amigos? ¿Y Taylor, Josh, Jeremy y Zac? ¿Dónde se
podían haber metido los demás soldados de la resistencia? Llegué a
unas grandes escaleras que daban a un amplio corredor. Ahora que lo
recordaba, aquel hospital me resultaba familiar... Era la segunda
base general de la resistencia, aunque pocas veces la usábamos. Yo
solo había estado allí un par de veces, hace tiempo. Algo se
derrumbó a mi izquierda, pero yo opté por ignorar qué era, y salir
corriendo. Me dolían las rodillas y me costaba respirar. Mi corazón
iba a un compás acelerado. Parecía que me iba a caer de algún
momento a otro. Me paré un poco y miré atrás. Una luz se encendió
detrás de mí. Los focos se rompían. ¿Pero qué era todo esto?
Llegué a un punto en el que se unían varios pasadizos. Por uno de
ellos, que estaba a punto de caerse en mil pedazos, vi a Jeremy,
huyendo de los escombros que amenazaban con aplastarlo. Por otro
callejón avisté a Taylor empapado de sudor. Cuando los tres
llegamos al cruce, nos miramos, y sonreímos al ver que estábamos
todos sanos y vivos. Me entraron unas ganas tremendas de abrazarles,
pero el fluorescente que se encontraba sobre nuestras cabezas
reventó. Los tres fuimos directos al pasillo por el que ninguno
había pasado. El pasadizo nos llevó a una capilla que había dentro
del propio hospital. Antes se usaría para los enfermos internos,
supuse. Al gran candelabro de araña que colgaba del techo le pasó
lo mismo que a los otros focos. Aunque este se cayó al suelo,
haciendo que temblara con fuerza, y sonase un ruido estrepitoso.
Salimos por una pequeña puerta, que daba a otro corredor. ¿Acaso
los pasillos no terminaban nunca? Y llegamos a una pequeña
habitación de unos... ¿dieciséis metros cuadrados? En la pared
llena de desconchones había una ventana tapada con tablones de
madera, pero entre ellos había algunos huecos por los que se
filtraba la luz del sol.
– Creo
que hemos llegado al lugar donde empezó todo – dijo Taylor sin
parar de mirar a todas partes.